lunes, 26 de mayo de 2014

Travesía de un Mago Enamorado -1-


En un lugar remoto, en donde las tierras europeas rozaban el mar Mediterraneo, existía Edén, un pequeño pero hermoso reinado, pacífico y casi utópico, desligado a cualquier religión y política del mundo fuera de los límites de la hermosa tierra, como si fuesen un universo aparte, con leyes y creencias propias basadas en los cuerpos celestes y en la infinita energía del amor.
Los monarcas de aquel reino, esperaron por muchos años que el dios del Infinito les bendijese con un heredero, entonces en el año de la estrella lunar, sus ruegos fueron escuchados, llegando así a la familia real, un sano y hermoso varón, al que llamaron Aimir.
La alegría del hermoso pueblo se extendió a todos y cada uno de sus habitantes, y el de los pueblos vecinos, que no tardaron en visitar el palacio para rendir homenaje al pequeño Aimir, dejando valiosos tesoros como símbolo de reconocimiento del futuro monarca.
Fue entonces, cuando el mago y consejero del rey, levantó la vista, como si algo brillase delante de sus ojos más que el oro y las valiosas joyas, por una milésima de segundo, pudo ver aquel cordón carmesí que unía los destinos, que iba desde la pequeña cuna rodeada de tesoros a la puerta, en donde el conde de las tierras frías del corazón del continente europeo, entraba, con su cálida mirada llena de cariño de hermanos hacia los padres de Aimir, y de la mano, venía su pequeño hijo…
-El Rey Laurence de las tierras Selenitas del norte y el príncipe Sael-
El monarca de Edén se puso de pie para recibir en un cálido abrazo a su amigo y aliado y luego revolver los cabellos del pequeño.
- Por fín, amigo mio, nuestros reinos serán uno solo…-
Sael, observaba por detrás de la pierna de su padre, sus ojos claros, puros y curiosos observaban a su alrededor y se posaron en la pequeña cuna, donde dormía Aimir, sumido en el más pacífico de los sueños.
Su regalo, por su nacimiento, fue un hermoso dije cargado de la magia Selenita,y el lote, por su futuro matrimonio con Sael, eran las tierras prometidas de Selenium, el palacio de cuarzo blanco y la bendición de la diosa de la luna, para las generaciones venideras…
Todo fue hermoso ese día, un futuro brillante se esperaba para Aimir….
Hasta aquella noche , que el castillo de Edén ardió en malignas llamas, y como ladrones en la noche, las Sombras, hijo de la luna negra, dieron muerte a los monarcas
Hubo llantos, desesperación por tratar de mitigar las leguas ardientes de Ares, por rescatar los cuerpos de sus amados reyes, pero sobre todo, cuando por fin pudieron dar con la cuna del pequeño, el horror se adueño del corazón de la servidumbre que había sobrevivido…
El joven Aimir había sido llevado por las Sombras…. el futuro del reino, estaba condenado…
Nadie en Edén, olvidaría la Noche de las Llamas Negras. Ni el sentimiento de desolación, cuando, al despuntar el alba y el fuego en el castillo había dado paso a una negra y destruida estructura , como un esqueleto que es recordaría de por vida como la pureza de su amado pueblo había sido destruida…
Pero el peor de los daños, no era el castillo destruido, sino la cuna vacía, que, entre medio de las llamas, las Sombras, conocidos ladrones sin prejuicios, habían saqueado , despojando así de Edén de su más valioso tesoro.
Sael, solo miraba con la angustia formándose en su pecho, como su padre trataba de consolar a la reina, por la pérdida de su hijo, y la vida del rey, que pendía de un hilo… si el rey fallecía, y no había heredero masculino, tanto el reino, como la reina, se convertirían en propiedad de nadie, y eso solo podía significar una cosa… que los Sombra regresarían y esta vez, arrasarían con todo.
Una mano se posó en el hombro del joven Sael. el hechicero, con sus ojos refulgentes de aquella mística y desconocida magia„ y su rostro imperturbable, le llevó a la entrada del bosque, su hogar.
Fue ahí, donde el anciano le miró directo a los ojos, infundiéndole una fuerza espontanea al menor.
- ¿quieres recuperar a Aimir?-
Sin dudarlo asintió, entonces el mago golpeo tres veces con su vara blanca el suelo, pero nada pasó, al menos nada visible…
- Entonces te dare los medios para buscarle, encontrarle y pelear por él….-
Se quitó su capa y la puso alrededor de los hombros del joven niño, ese día, empezó un arduo entrenamiento, en donde el niño Sael, pasó a ser el joven príncipe Sael, un muchacho delgado, de hermosos ojos azules y cabellos negros, que llevaba trenzados hasta la mitad de su espalda.
Habían pasado ocho años desde que Aimir había desaparecido, y en esos ocho años, Sael había aprendido filosofía, geografía, historia, alquimia y cuanta arte el viejo mago pudo enseñarle, y al cumplir sus dieciocho años , antes de que el sol anunciara el amanecer, el hechicero le dio su ultimo regalo al joven.
- Maestro…-
Sus manos sostuvieron la vara blanca del anciano sin poder creérselo.
- Es hora de que busques tu destino Principe Sael…- a medida que hablaba, los ojos encendidos de magia del hechicero parecieron brillar más que nunca - Encontraras muchos en tu camino, que necesiten tu ayuda, por ello te he enseñado todo lo que se… usalo sabiamente, y cada enigma que resuelvas, será un paso más cerca de tu amado Aimir…ahora ve, antes que despierten y te retengan… porque los viejos, a veces, nos aferramos a nuestros seres queridos, sin dejarles volar y encontrar su destino…
Y así fue, como Sael empezó aquella travesía, caminando siempre hacia el oeste, huyendo del amanecer, buscando pistas de las Sombras y sobre todo de que habían hecho con su prometido. 

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